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el periodico de saltillo
Noviembre 2014, ed. #309


Mis sexenios (79)

José Guadalupe Robledo Guerrero.

La segunda etapa del sexenio enriquista

A mediados de 2003, luego de tres años de haber dejado la alcaldía, como descalificación electorera, el ex alcalde saltillense Manuel López Villarreal y el PAN decidieron hacer público el desvío de 170 mil pesos que como alcalde realizó Óscar Pimentel con los recursos municipales, para pagarle el viaje al maratón de Nueva York a sus amigos.

La respuesta no se hizo esperar, y para contrarrestar la denuncia panista, el PRI elaboró la suya, dando a conocer lo que Manuel hizo como alcalde hacía más de cuatro años: Darle gratis a sus parientes del GIS el caudal de aguas negras para que hicieran negocio.

Lo cierto es que estos asuntos de corrupción de los ex alcaldes de Saltillo, se habían realizado años atrás con la complicidad de toda la estructura gubernamental y el común acuerdo del PRI y del PAN. Pero por el pleito de las diputaciones decidieron sacarse los trapitos al sol, pero no todos, sólo estos dos.

Pero ahí no paró la voracidad de los dueños del GIS, acostumbrados a que todo les regalen y a usufructuar la riqueza de los saltillenses, también obligaron a Pimentel a prometerles que les construiría una planta tratadora de aguas negras pagada por los ciudadanos, para que sin invertir pudieran hacer un negocio redondo, tratando las aguas residuales y vendiéndola a las empresas que quisieran instalarse en la región. Los López del GIS querían volver a controlar el desarrollo y crecimiento industrial del sureste coahuilense.

En síntesis, Los López del Bosque, primero le sacaron a Eliseo Mendoza Berrueto la concesión de las aguas negras; luego como alcalde de Saltillo, Manuel López Villarreal les regalaría el caudal de aguas residuales. Pimentel complació en todo a los dueños del GIS. Ahora por el tráfico de influencias, los propietarios del GIS, además de la tratadora de aguas, tienen concesionado la extracción de gas metano del tiradero de basura.

Días después de la victoria del PRI (con casi el carro completo), en las elecciones de diputados federales del 6 de julio de 2003, lo que estaba bajo control se desbordó, y comenzó la abierta campaña en pos de la gubernatura de Coahuila por parte del diputado electo Jesús María Ramón Valdés, quien junto con “La Coneja” Alejandro Gutiérrez Gutiérrez, saldrían a la palestra pública.

Era obvio que quedaban descartados de la carrera por la gubernatura coahuilense José María Fraustro Siller y Raúl Sifuentes Guerrero, pues ambos no llenaban el requisito o candado que impuso la XVII Asamblea del PRI, referente a que los aspirantes al gobierno de los estados deberían contar en su currículum con un cargo de elección popular. Ninguno de los dos lo tenía.

Para que las cosas de la política en pos de la gubernatura estatal se abrieran totalmente, el mismo Chuy María Ramón “destapó” a Humberto Moreira “para que -según los ramonistas-ya no estuviera encapuchado el alcalde de Saltillo”.

Humberto no aceptó el “destape” de su rival en aspiraciones gubernamentales y lo tildó de “ocurrente”, pero nunca negó sus deseos de querer ser el sucesor de Enrique Martínez.

De todos modos para los conocedores, Humberto Moreira era el tercer precandidato gubernamental en la contienda. Pero no eran todos, para acrecentar la incertidubre se insistía en señalar que el Secretario de Finanzas, Javier Guerrero García, era otro de los posibles, aún cuando todo hacía suponer que el tesorero estaba fuera del juego. También se incluía a Miguel Arizpe Jiménez, quien a su estilo esperaba que se la regalaran.

En ese entonces, cada fin de semana, Alejandro Gutiérrrez decía que se iba a montar caballo con Enrique Martínez al rancho del gobernador, acompañado siempre de Jesús María Fraustro Siller, quien se la estaba jugando con “La Coneja”, según decía el propio Alejandro Gutiérrrez.

Al comienzo de las campañas de los precandidatos al gobierno de Coahuila hubo de todo, pero tres hechos marcaron el parteaguas: Los “destapes” en falso, la inédita actividad política del Secretario de Gobierno Raúl Sifuentes Guerre- ro, quien quería gobernar Coahuila sin llenar los requisitos, y el escándalo provocado por la exhibición de la compra de votos priistas en TV Azteca.

Según se decía, el requisito estatutario del PRI (haber tenido un cargo de elección popular) que imposibilitaba a Raúl Sifuentes fue desplazado teoricamente por la posibilidad de lanzarlo como candidato gubernamental por un partido de “oposición” y hacer una coalición con el PRI. El PVE, Convergencia por la democracia y la UDC eran las alternativas.

El falso “destape” de Alejandro Gutiérrez que se hizo en el Distrito Federal y que fue desmentido por “La Coneja”, fue considerado por la clase política como una agresión que ameritaba respuesta.

Por otro lado, la transmisión de la operación electoral el día de la jornada por TV Azteca, en los sectores que domina María Herrera, (gente totalmente ligada a Luis Horacio Salinas Aguilera), y en donde se grabó la compra de votos priistas que fue transmitida a nivel nacional.

La situación hizo aparecer a Alejandro Gutiérrez como el responsable del citado reportaje. Que un medio nacional pusiera sus ojos en el estado de Coahuila, sólo puede ser explicado por la filtración de alguien que conocía bien el priismo local y tenía relaciones en el Distrito Federal. Alejandro Gutiérrrez encajaba en este supuesto, pues fue concesionario de TV Azteca en la región centro del estado, y está vinculado con políticos en el Distrito Federal.

Aún con esta certeza, Raúl Sifuentes diseminó -a través de Rodrigo Sarmiento Valtier “Sor Veneno”- el rumor de que el responsable de la ventaneada de TV Azteca al PRI era Javier Guerrero García, Secretario de Finanzas de EMM, quien ni siquiera estaba jugando en la sucesión gubernamental. Pero era cierto que Raúl Sifuentes era enemigo de Javier Guerrero.

Lo evidente del caso hizo que Sifuentes diera un viraje, esta vez filtrando que el responsable era Humberto Moreira, otro de sus malqueridos. Esto hizo que los medios de comunicación empezaran a señalar culpables sin ton ni son, pero sin preocuparse por el asunto de la compra de votos del PRI, ni se les ocurrió señalar al Secretario de Gobierno como el que ordenaba estos manejos malintencionados.

Sin embargo, los señalamientos contra Alejandro Gutiérrez y Humberto Moreira carecían de sustento. Ninguno había tenido conductas maquiavelicas. Ambos eran los más cuidadosos, por ser los que mayores posibilidades tenían.

Cuando el periódico Gente publicó que el responsable era Humberto Moreira, la reacción de sus allegados (la mayoría sin capacidad de análisis ni conocimiento político) acusaron a Alejandro Gutiérrez como el responsable. El inefable Rubén Téllez fue de los más rabiosos, así se ganaban el aprecio de Humberto sus cortesanos: con lambisconeadas, halagos, chismes, chistes, cómplicidades y todo tipo de alcahueterías). Por eso empinaron a Humberto, y de paso se hicieron millonarios con el dinero de los coahuilenses.

En este round Raúl Sifuentes no logró que Humberto y Alejandro se pelearan, a pesar del esfuerzo que pusieron los bocones moreiristas. Sin embargo, faltaban más desencuentros.

Mucho se comentó en los corrillos políticos que durante la celebración del cumpleaños del empresario Roberto Casimiro González, la mesa principal en la que se encontraban el gobernador Enrique Martínez, Humberto Moreira, Raúl Sifuentes y Óscar Pimentel, llegó a los reclamos y acusaciones. La embriaguez -como suele suceder- hizo estragos en la conducta de Óscar Pimentel, quien con dos copas en el estómago comenzó a señalar responsables sobre la mesa.

Pimentel señaló que Raúl Calderón (la fuente de TV Azteca) trabajaba para Humberto Moreira, quien aclaró a su estilo, revelando lo que muchos desconocían: Calderón trabajó durante varios años con Óscar Pimentel, cuando era Presidente del PRI en 1993 en la entonces secretaría de Acción Electoral, y más tarde como su chofer de confianza. Fue lo que en el medio periodístico llamamos: su guachoma. Pero el último empleo de Calderón fue con Raúl Sifuentes.

La mesa -según los testigos- se disolvió, y Pimentel quedó como un borracho imprudente, y por primera vez se sembraba la duda sobre el Secretario de Gobierno, quien se había dedicado a hacer pelear a los precandidatos desde su privilegiada posición en el gabinete de EMM.

La intensa contienda por ganarse la candidatura para sustituir a Enrique Martínez en la gubernatura de Coahuila, auguraba que en nuestro estado algo estaba sucediendo, pero nadie atinaba a decir lo que era. Lo cierto es que los precandidatos del priismo tradicional coahuilense estaban asustados por la llegada de Humberto Moreira a la disputa por el gobierno de Coahuila.

Por eso el Secretario de Gobierno, además de ser un aspirante, estaba metiendo las manos en el proceso sin ningún prejuicio, ni político ni legal. Por lo que nadie dudaba que Enrique Martínez le había dado su anuencia, seguramente para no perder el control. Los moreiristas decían que si Humberto no iba por el PRI se lanzaría por otro partido... y ganaría. Eso era el temor de EMM.

En el aquelarre pre electoral se vieron cosas que nunca se imaginaron, tal es el caso del precandidato Jesús María Ramón que tenía como sus principales operadores políticos a Mariano López Mercado y a Rodrigo Sarmiento Valtier. Ambos personajes diametralmente opuestos tanto en sus métodos políticos como en su cultura.

Seguramente en esa extraña participación, Mariano López Mercado fue el que mayor cuota de dignidad pagó al trabajar al lado de quien lo intrigó en el sexenio de José de las Fuentes. Todavía hay quien recuerda que la pugna de estos dos personajes llegó incluso a una sonora mentada de madre que le profirió el tranquilo y ecuánime López Mercado al odioso y mal visto Sarmiento.

Pero ¿quién no resintió las intrigas del “SuperSubSecretario”, de “Sor Veneno”, cuando éste era el sirviente de más confianza de “El Diablo” de las Fuentes? El mismo Enrique Martínez padeció -como Secretario de Gobierno- la intrigosa labor de Sarmiento.

Incluso, su creador y principal benefactor, Luis Horacio Salinas Aguilera, desde hace décadas reniega de Rodrigo Sarmiento Valtier, a quien aborrece y repudia por razones desconocidas. Para muchos priistas, la reaparición de Sarmiento en el chismorreo político de Coahuila, había causado molestias.

Sólo Raúl Sifuentes y Jesús María Ramón le tendieron la mano a Sarmiento, lo necesitaban por intrigoso. Por otra parte, el Secretario de Gobierno era un factor importante en la política local, pues el gobernador Martínez estaba metido de lleno en la política nacional, pues como a todos los gobernantes, sus cortesanos le habían asegurado que podía ser Presidente de la Repu- blica, considerando aquella frase roblediana que pontifica: “Después de Zedillo cualquiera puede ser Presidente”. Lo cual ya no está a discusión, para comprobarlo allí están los últimos tres Presidentes: Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto.

Finalmente, según se denunció, Raúl Sifuentes, Secretario de Gobierno, aprovechó su posición para golpear a algunos precandidatos gubernamentales, concretamente a Alejandro Gutiérrez y Humberto Moreira.

En el semanario torreonense Sin censura, que dirige el compañero Raúl Amador Sifuentes, en la edición 12 del mes de agosto, publicó un comentario titulado Raúl Sifuentes Guerrero, todo el poder del que rescatamos unos renglones:

“El Secretario de Gobierno, aprovecha su posición y la situación que impera en el gabinete para hacer su propio juego político: realiza cambios para acomodar a su gente en cargos estratégicos; ajusta cuentas a sus oponentes; compra plumas para denostar a sus rivales; hace amarres; teje alianzas y reparte favores”.

“Lo anterior tiene fundamento en la forma de hacer política de Raúl Sifuentes Guerrero. Poco conciliador como es, Sifuentes disfruta golpeando y aniquilando (cuando puede) a sus rivales. De hecho, el Secretario de Gobierno ha multiplicado de manera exponencial sus enemigos políticos”.
Hasta aquí Raúl Amador.

De lo que no había duda, era que Enrique Martínez, el gobernador, sería el que impondría a su sucesor, pues no había Presidente priista que lo hiciera. En ese momento “gobernaba” a México el panista Vicente Fox.

Quizás por eso, el convenenciero de Rodrigo Sarmiento decía que el sucesor de EMM sería Raúl Sifuentes Guerrero, asegurando que Enrique lanzaría a su Secretario de Gobierno como candidato por un partido familiar: el PVE, la UDC, Convergencia Democrática o el PT. Y llegado el momento de las elecciones, el gobernador les ordenaría a los priistas que votaran por Sifuentes y por el partido que lo postule. Así de fácil.

“Sor Veneno” afirmaba que Raúl Sifuentes era mano en la sucesión, y aseguraba que Jesús María Ramón (su supuesto favorito) estaba en segundo lugar, y Alejandro Gutiérrez era el último en posibilidades. A Miguel Arizpe quien esperaba que la gubernatura le cayera del cielo ni siquiera lo mencionaba, tampoco reconocía a Humberto Moreira como precandidato.

Lo cierto, es que Raúl Sifuentes fue el responsable de filtrarle chismes y rumores a Sarmiento y a otros de sus iguales para que se pusieran a decir pendejadas, ¿pero que más pueden decir los lacayos? Por desgracia en los sirvientes la pendejez es mucha y el entendimiento poco.

Para EMM sólo eran tres los precandidatos, y para que los tres sintieran que tenían el apoyo del gobernador: A “La Coneja” Alejandro Gutiérrez, lo dejó que hiciera política hacia el interior de la UAC; a Chuy María Ramón le envió a su Secretario de Gobierno para que le ayudara con la intriga cortesana; y a Humberto Moreira le proporcionó un caudal millonario para que fortaleciera sus aspiraciones.

 

Continua
La segunda etapa del sexenio enriquista..


 
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